Hoy he decidido comenzar una sección nueva en el blog. Diferente al resto de secciones porque se trata de una charla de sobremesa o de pausa mañanera en la que contar pequeñas reflexiones o pensamientos acerca de la vida cotidiana al norte. He pensado llamarla Coffee Station ya que se trata simplemente de eso, un poco de conversación banal y a la vez profunda en torno a una taza de café.
En esta primera entrada me gustaría compartir algunas de mis primeras impresiones al llegar a Normandía.
Trasladarse de país es una de las experiencias , a mi modo de ver, más amplias que vive una persona. Cambiar el suelo patrio por otro es como llegar a la pubertad: una mañana te levantas y ya nada es como antes.
Tenemos mil y una conductas aprendidas y automatizadas que forman parte del repertorio inconsciente, un mecanismo útil para olvidarnos de tener que estar tomando decisiones a cada paso. Cuando te mudas de país, no renuevas sólo la trasera del escenario. El cambio es integral y hasta que te habitúas, te vas dando con los muebles en las espinillas, por hacer una metáfora. Esta luz, este clima, este carácter, esta lengua, estos horarios…todo es una novedad (o un obstáculo, según se mire) con los que lidiar y trasegar antes de acostumbrarte.
El clima es una de mis manías diarias y no por necesidad, sino más bien por ese afán controlador que tenemos las mujeres. Cada día hago apuestas conmigo misma pero aún no le he cogido el compás, se me resiste la predicción. Y es que las nubes te persiguen como el Cobrador del Frac. ¿Os acordáis de la nube de la Pantera Rosa?, pues seguro que el autor tomó la idea una vez que vino a visitar la tumba de un pariente en Omaha Beach. Aquí hasta cuando hace sol llueve. Quizá por eso se producen unos arco iris tan espectaculares.
Si la noche está despejada se ven muchísimas estrellas en el cielo pero, al contrario que en mi tierra, una noche estrellada no garantiza una mañana de sol. Las borrascas se suceden como viajeros inquietos, imprevisibles y efímeros pero constantes.
Y si hablamos de los horarios, tenemos otro caballo de batalla que domar durante más tiempo del recomendable. No eres consciente de tu tendencia a trasnochar hasta que descubres que eres el único ser vivo que sigue despierto a las once de la noche.
Mis alumnos de español me miran incrédulos cuando les cuento que el concepto de «mediodía» en España cubre un intervalo indeterminado que puede abarcar desde las 13:30 a las 15:30/16:00 horas según el lugar y la tribu. La precisión es más diáfana aquí, más contundente.
Yo creo que este tipo de hábitos en los que habitualmente no reparamos, nos describen y modelan nuestras vidas de una manera certera pero casi imperceptible. Aquí, que te citen a las dos de la tarde para una entrevista de trabajo o a las siete para cenar es muy habitual, pero también un desafío para la puntualidad de un español, no digamos la de un andaluz . Al final he optado por saltarme el almuerzo como método para llegar a la hora a mis compromisos y no quedar mal con los anfitriones.
Se trata de gestos cotidianos y banales que te van ubicando en tu nueva realidad de manera insistente. Pero a cambio, ante ti se abre un mundo de posibilidades a priori insospechado.
¿Habéis pensado lo excitante que es poder reinventarse, comenzar de cero?. ¿Sin conocidos, amigos o parientes en los alrededores que puedan opinar, sin territorios comunes?. En un lugar nuevo, donde nadie te conoce y tú no conoces a nadie, donde puedes contar cualquier milonga, donde puedes dejar de ser tú y adoptar el rol de otro, ¿quién o qué te lo impide?.
Llamadme fantasiosa, que lo soy y convencedme de que, al final, somos lo que somos y eso no lo vamos a cambiar. De acuerdo. Todo eso está muy bien pero, ¿Y la posibilidad de reconstruirse o rediseñarse?, ¿no os parece atractiva la idea de crear algo nuevo a partir de lo que, en condiciones normales es inamovible, nuestra propia persona y su historia?.
Evidentemente no estoy dando consejos, es sólo un juego inofensivo. Mera gimnasia mental. Pero el hecho es que ante lo nuevo uno puede también adoptar una actitud de cambio o de inicio de algo diferente en función de las propias inquietudes. Salir de la zona de confort y probar a hacer aquello a lo que hasta este momento habías renunciado para no dar demasiadas explicaciones. ¿No os parece emocionante?
3 febrero, 2016 at 1:04 pm
A veces las mudanzas físicas cuestan mucho menos que las mentales. Pero, y lo que nos gusta un reto?
Me encantará seguir tus reflexiones. Me apunto a la Coffee station.
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3 febrero, 2016 at 5:31 pm
¡Y que lo digas! ¡¡el espíritu guerrero que no falte!!. Gracias por tu apoyo, será un placer tu compañía. Un beso
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6 febrero, 2016 at 12:31 pm
Muchas veces me imagino cómo sería irme lejos y poder empezar de cero, pero las obligaciones y el miedo me pueden, besitos valiente
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6 febrero, 2016 at 12:37 pm
El miedo es lo que más nos define. Yo no me fui por ser valiente, creo que fue más bien el miedo lo que me movió, salir de la zona de confort es complicado, sólo una fuerza superior te empuja. Una vez que te tiras a la piscina compruebas que no era tan duro como lo imaginabas y empiezas a nadar, y sobrevives a la primera impresión. A partir de ahí, el miedo tiene ya otro aspecto, menos fiero, menos temible….
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12 abril, 2016 at 6:31 am
Qué buen post!!
Yo soy de las que siempre mira el lado bueno de las cosas. Los cambios no tienen que traer inconvenientes y sí oportunidades. Yo hace años cambié de comunidad, de Andalucía a Madrid y luego a Castilla La Mancha y se nota las diferencias, peor aunque hay aspectos negativos en el cambio, hay mucho positivos que merecen la pena.
Espero ansiosa el siguiente!! Un beso guapa!!
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12 abril, 2016 at 11:58 am
Gracias, Lola, es verdad lo que dices, la manera en que uno se enfrenta a las oportunidades decide en muchos casos el resultado. Cada experiencia es buena en si misma si la tomas como fuente de conocimiento. Te espero para un café en la próxima pausa. Un beso!
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